Ojo que todo lo ve, incluida la matanza de Guernica. Pero ninguna de las líneas imaginarias que vi logró sorprenderme tanto como aquella línea imposible, etimológica, de alcance escatológico, destinada a consagrar la mierda y elevarla a los altares; porque la línea unía cuatro ojos, de los cuales dos eran divinos, de mujer, y otros dos lo eran del culo, del toro y del caballo. Así se pintaba la historia. ¿Cómo, si no, podía Picasso dejar constancia de la existencia de la misteriosa mujer recostada, y de aquel otro ojo, de mujer y de Virgen? Aquella línea, cansada de clamar en el desierto, exigía enfurecida al dios del arte el cumplimiento de su profecía: «Y aquellos que nacieron con los ojos en el culo se tendrán que bajar los pantalones para verme». Era comprensible el enfado de la línea después de tantos años de espera. Línea escatológica, y de la concepción, interrumpida. Y otra línea recta unía la boca de la mujer en llamas, la boca de la mujer asomada a la ventana y la boca del niño muerto; y en su camino pasaba por el centro de los ojos de la mujer recostada a los pies del Guernica. Sí, aquella mujer misteriosa existía: era la Virgen cuando el hombre muerto en el suelo era Jesús; era una madre cuando el hombre destrozado era su hijo; era una esposa, o una amante, cuando el frío hombre inerte encarnaba el símbolo de su amor… Y, conociendo la inventiva
de Picasso, seguro que sería muchas otras cosas más. Cada trazo del Guernica tenía su sentido. LAS CABEZAS Todas las cabezas evidentes del Guernica aparecían de perfil. Todas excepto dos mostraban su perfil izquierdo. Sólo las cabezas del niño y del hombre en el suelo mostraban su perfil derecho. Las fosas nasales de estos dos personajes invitaban a identificarlos entre sí, pues solo en estos dos casos las fosas nasales izquierdas eran paralelas a su correspondiente fosa nasal derecha. Todo parecía tener un fin; nada era decorativo. Picasso descendió hasta los orificios de la nariz para identificar entre sí a aquellos dos personajes que a su vez se identificaban con Cristo en una de las interpretaciones. La orientación de la mayor parte de las cabezas invitaba al espectador a recorrer la obra de derecha a izquierda, hasta acabar en la mujer con el niño entre sus brazos, donde la orientación opuesta de la cabeza del niño y del hombre en el suelo, y la de sus cuerpos, invitaban a recorrer el camino inverso. En la escena de la mujer con el niño recaía el peso de la interpretación más intuitiva y piadosa del cuadro en su conjunto. Conceptos opuestos, como nacimiento y muerte, masculino y femenino, animal y humano, divino e infernal, blanco y negro, pasado y futuro del arte… se enfrentaban