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cabeza en la misma dirección. Sólo había un personaje de ojos sin par, y era el niño, en brazos de la mujer. Profundicé un poco más en esta línea y realicé una subdivisión entre los personajes de una misma categoría fijándome en los trazos que daban forma a cada ojo. El grupo de los cinco personajes con ojos o iris circulares podía a su vez subdividirse en tres grupos. Había dos personajes cuyos iris se centraban en ojos ovalados; y se correspondían con Jesús y Juan, en El Descendimiento: la similitud de los ojos podría indicar, desde una misma manera de ver las cosas, a cierta afinidad social, ideológica, etc. De los otros tres, dos tenían ojos circulares, con iris y pupila confundidos en su centro; y se identificaban con Nicodemo y José de Arimatea. El último personaje pendiente de clasificación de entre estos cinco, el personaje que portaba el candil, tenía dibujados los rabillos externos de los ojos e incluso las cejas; y se correspondía con el primer ayudante, que portaba el tarro en El Descendimiento. En las tracerías mayores de El Descendimiento aparecían formas como de lágrimas, similares a las formas de los ojos de los tres personajes del Guernica que apuntaban a su vez a las tres mujeres de El Descendimiento. Quizá Picasso viera en esas tracerías párpados, pupilas, lágrimas, ojos que lloraban la muerte de Jesús y,

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reconociendo el valor artístico de tal simbolismo, lo proyectara en el Guernica. Sin duda, Picasso pintó los ojos con toda la intención del mundo. Bastaba con fijarse en los ojos de los cuatro personajes de mayores dimensiones en la parte superior del Guernica, pares de ojos colocados casi equidistantes sobre la línea recta imaginaria que los unía a todos ellos. De hecho, la línea pasaba por los ojos de los cinco personajes de la parte superior. Yendo de derecha a izquierda, la línea imaginaria comenzaba en los ojos de la mujer en llamas, pasaba por los ojos del personaje en la ventana, continuaba su trayecto atravesando los del caballo para luego pasar por los del ave y finalmente llegar a los del toro. Para comprobarlo me bastó con cerrar mi ojo izquierdo e interponer, entre mi ojo abierto y el Guernica, el lomo del libro, a cierta distancia. El lomo unía los ojos de los cinco personajes. Cuál no sería mi sorpresa cuando, al ladear un poco el lomo, vi que otra línea recta unía los ojos de otros cuatro personajes, uno de ellos muy especial: yendo de derecha a izquierda, la línea comenzaba en los ojos de la mujer en llamas y pasaba por los ojos del personaje agachado; y luego pasaba por el ojo de la mujer tendida de costado a los pies del Guernica; y finalmente llegaba a los ojos del niño. Esta línea apoyaba la existencia de la gigantesca mujer tendida a los pies del Guernica, pues identificaba

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