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Weyden pintó esta escena: para ejemplo, La Piedad 1043. 1043 La Piedad (hacia 1450; óleo sobre tabla; 47 cm × 34,5 cm), de Roger van der Weyden y taller, Museo Nacional del Prado (P02540), Madrid. museodelprado:[obra Weyden] Y no es que la flecha relacionara la parte inferior central de la obra y su extremo izquierdo, como así ocurría, es que, además, también se daba la relación inversa. Picasso lo logró a través de los pechos de la mujer, dirigiendo un pecho hacia el niño y otro hacia el hombre en el suelo, indicando así su interrelación. Picasso, que a todas luces no parecía desear que su simbolismo pasara inadvertido, rizó el rizo e hizo que otra flecha, alma gemela de la primera, apuntara al cuello del niño, alma gemela del hombre. La flecha que apuntaba al cuello del hombre encontraba su par en la flecha a la que daba forma el hueco entre los pechos y el brazo derecho de la mujer, flecha que también apuntaba a un cuello, al cuello del niño, permitiendo a Picasso, de esta forma tan sutil e ingeniosa, identificar a ambos personajes entre sí; la cabeza del niño, junto a la pata trasera del toro, y la cabeza del hombre, junto a la pata trasera del caballo, insistían en esta relación. Los dos pequeños círculos en los pezones de la mujer con el niño servían a su vez para identificar los de la otra mujer con la que se relacionaba esta, es decir, con la mujer oculta,

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tendida de costado a los pies del Guernica: los pequeños círculos remitían a las redondeadas rodillas delanteras del equino, que enmascaraban y endurecían los pezones de la mujer oculta, visible a mis ojos. LAS INICIALES Y si las manos adquirían formas humanas, y había flechas que señalaban relaciones, y pechos que como flechas las confirmaban, no parecía descabellado pensar que, si la mujer que había en el centro del cuadro simbolizaba a la Virgen María, entonces el palo roto, o vara rota, o cara rota del palo, o de la vara, que salía de la cara de la mujer, mostrase de forma inconfundible, con sus astillas, las letras «V» de Virgen y «M» de María, y en ese orden. Para más inri, ese mismo palo roto, quebrado en la flecha cuya punta tocaba el cuello de Jesús, daba forma a una letra «J», de Jesús. Tal fue el ingenio que Picasso desplegó en el Guernica que incluso parecían existir símbolos de tal naturaleza, conducentes a un fin escrupulosamente concreto: el de dejar constancia explícita e inequívoca de la identidad de los personajes. «María: he ahí a tu hijo. Juan: he ahí a tu madre». Con estas palabras unió Jesús, desde la agonía en la cruz, a su madre María con su querido discípulo Juan. El toro, en el Guernica, protegía con su cuerpo a María; por su posición

14 -2 -1 -1 +1 +1 +2 http://www.museodelprado.es/ https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/la-piedad/cd093d63-f134-497a-b15b-3fb787f1f7ec https://www.museodelprado.es/coleccion/artista/weyden-rogier-van-der/2f4ef580-41c0-4756-a74c-d8ebda889668 14 -2 -1 -1 +1 +1 +2