Entré en una cafetería, me senté junto a uno de los ventanales y pedí y degusté mi consumición contemplando relajadamente el ir y venir de la gente por la calle. Y volví a recordar aquel viaje a la India, país en el que por primera vez probé la bebida que ahora estaba tomando. En concreto, recordé el día en el que viajé de Nueva Delhi a Agra, en el Shatabdi Express. La niebla de las primeras horas de la mañana hacía aún más difícil la movilidad entre el caótico tráfico, que ya colapsaba la entrada de la estación de tren de Nueva Delhi. A prisa, casi sin tiempo, buscaba entre el gentío las ventanillas de venta de billetes, pero solo me topaba con hombres que, con insistencia feroz, pretendían conducirme hacia otros lugares de reventa. Tras encontrar las ventanillas oficiales compré un pasaje para Agra, encontré el andén como pude y a la carrera subí al Shatabdi Express, apenas unos segundos antes de que arrancara. Los asientos, las diminutas y ovaladas ventanillas, la moqueta en el suelo y el estrecho pasillo le daban al interior del vagón el aspecto de una aeronave de otros tiempos. El tren se puso en marcha muy lentamente. A través del amarillento cristal de la ventanilla divisé difusas e interminables filas de chabolas, hacinados hogares de familias condenadas a la miseria, gentes que por decenas hacían sus necesidades entre las vías. La impotencia y el respeto me llevó a apartar la vista.
Tardamos un tiempo en llegar a campo abierto. En el vasto y verdoso paisaje, salpicado de árboles y pequeñas parcelas cultivadas, apenas se notaba la influencia de la mano del hombre. Saqué de mi zurrón una de las guías que llevaba conmigo y releí los comentarios sobre Agra. La ciudad albergaba el lugar más visitado por los turistas que viajaban a la India: el Taj Mahal 1006; más de veinte mil personas durante más de veinte años hicieron falta para levantarlo. Esta fue la causa que motivó mi viaje. La idea surgió de mi jefe, empeñado en que hiciese reportajes de carácter humano, ahora sobre la influencia del turismo: quería reportajes que reflejasen cómo la afluencia masiva de turistas a los monumentos más famosos influía en la vida de los lugareños. 1006 Taj Mahal (1630-1652), Agra, India. wiki google Mientras repasaba algunos datos en la guía irrumpió en el vagón un joven empleado de los ferrocarriles indios. El joven, puro nervio, empujaba un carro alargado y estrecho .lo que le faltaba a la aeronave. del que comenzó a sacar, a la velocidad del rayo, un pequeño refrigerio que distribuyó entre los pasajeros, dejándolo sobre las bandejas abatibles tras los asientos. Tras acabar el reparto, el joven salió del vagón como una bala. Cogí el vaso de bebida incluida en el refrigerio. Su cálido aroma me hizo