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personajes y objetos. Pregunté por la localización de la biblioteca a una de las chicas que hacían tanto de vigilantes como de personal de atención al público. Me dijo que lo mejor sería acudir a algún punto de información, donde me indicarían como llegar; porque la biblioteca estaba fuera del museo. Ella iba precisamente hacia uno de esos puntos y me invitó a acompañarla. En el camino le comenté que aunque mi interés por la pintura era reciente ya había conseguido despertar en mí una misteriosa atracción, hasta el punto de que empezaba a envidiar a las personas que como ella podían permitirse el lujo de trabajar en aquel templo del arte. La chica me respondió que efectivamente consideraba un privilegio el poder trabajar en un museo como el Prado y que ciertamente era muy gratificante. Y me puso como ejemplo el de una compañera suya que haciendo de su trabajo su pasión había llegado a titularse doctora en arte. Asentí con la cabeza en señal de admiración y no pude evitar pensar de nuevo en el Reina Sofía, como hospital, y en los cuadros allí ingresados 942. 942 elmundo Ya en el punto de información me indicaron que lamentablemente no era posible acceder de forma inmediata a la biblioteca para realizar las consultas que yo pretendía hacer, que había unas reglas bastante estrictas para el acceso. A mi

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pregunta de cuáles eran esas reglas la chica me hizo una relación exhaustiva de los requisitos exigibles. Con cada uno que nombraba más hundía mis esperanzas de poder confirmar los datos. Había que probar con el carné correspondiente que se era profesor de universidad, o bien conservador o profesional de los museos, o que se estaba realizando una tesis doctoral, o que se era miembro de la Fundación de Amigos del Museo Nacional del Prado, o que se era un investigador autorizado por el museo. Fuera de estas categorías, había que enviar una carta de solicitud indicando el nombre, la dirección y el tema de investigación y esperar a que, en un plazo breve, se produjera la respuesta. Lo del «plazo breve» acabó de rematar mis esperanzas. Así que, agradeciéndole a la chica su colaboración, y comprendiendo con tristeza la necesidad de ese tipo de medidas disuasorias, me dirigí hacia la salida, no sin antes pasar por la tienda del museo, en la que hice algunas compras. LA BIBLIOTECA NACIONAL Tratando de imaginar algún lugar en el que poder obtener algo más información sobre El Descendimiento, se me ocurrió que una buena alternativa podría ser la Biblioteca Nacional, en el paseo de Recoletos, junto a la plaza de Colón. Y sin darle más vueltas hasta allí me fui.

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