naturaleza en general; por más que ponen todos sus sentidos en ello, dudan porque sienten que no comprenden lo que ven. La duda como simple curiosidad puede desvanecerse con el tiempo, si se aceptan las cosas tal y como son, sin pedir más explicaciones, con el fin de dedicarse a cuestiones más prácticas, reconociendo sabiamente al mismo tiempo cierta limitación cognitiva: no se puede saber todo de todo. Pero si la duda no consigue extinguirse, queda latente, provocando cierta insatisfacción, reapareciendo al cabo de un tiempo en busca de una respuesta convincente a medida que el cerebro evoluciona e incrementa su sabiduría. La duda tiene múltiples matices, unas veces es «¿por qué?», otras «¿quién?», otras «¿cómo?»; pero siempre tiene forma de pregunta. El cansancio o la desesperación logran aplacar la duda respondiendo al «¿quién?» con «alguien», al «¿cómo?» con «de alguna manera», al «¿por qué?» con «porque sí», y así con todos y cada uno de los interrogantes. Son respuestas muy convincentes aunque no proveen de mucha información; pero tampoco se necesita, sobre todo si se comprende que la energía ha de ser utilizada para sobrevivir, y no para satisfacer curiosidades que no se cree puedan reportar provecho. Pero también los hay cabezotas que no paran hasta dar con la respuesta correcta a la duda; y los hay que nunca lo consiguen.
La duda no debe reprimirse, y mucho menos suprimirse. De osar hacerlo, el individuo se arriesga a lo peor: seguirá creyendo que la Tierra es plana aun viendo que no lo es; y hasta podría sucumbir a la locura y poner en peligro su existencia y la de los demás. La ciencia respeta el principio fundamental de la duda, la fe religiosa tiende a destruirlo: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?», dijo Jesús a Pedro 933. Por eso, cuando los trenes de la fe se aproximan a máxima velocidad, por unos mismos raíles, y no existe la vía de la duda, los maquinistas han de reducir la velocidad de sus locomotoras al mínimo, por prudencia y respeto a la vida de todos los pasajeros. 933 Mateo 14, 31 vatican:[español latín] latinvulgate biblos LA INTELIGENCIA Dudar es humano. Dudar es inteligente. Pero, ¿dónde reside la inteligencia? O mejor, ¿qué es la inteligencia? ¿Pueden piezas no inteligentes unirse para crear un todo inteligente? Porque, si el cerebro es resultado de la unión de elementos no inteligentes y no conscientes, ¿cómo es posible que el ser humano se sienta consciente e inteligente? Quizá la inteligencia y la conciencia no sean lo que parecen ser a primera vista. «Dos tetas tiran más que dos carretas», se suele decir; «es más listo que el hambre». La necesidad, a la