cerebro tiene estas cosas. Toda la historia de la adaptación al medio del individuo, desde que fue óvulo fecundado hasta el momento presente, se resume en su organismo, pero en especial en su estructura cerebral, que es la que le permite realizar elucubraciones de este tipo. Cuando el ser actúa conscientemente lo hace por orden de su cerebro. Múltiples estructuras de neuronas compiten por contribuir a la solución de un problema o a la realización de un acto: algunas de ellas tienen más poder para influir en la respuesta final; otras se asocian para competir con aquellas; y, como un ejército de micropensadores, todas intentan contribuir a su manera al presente y futuro del cuerpo en el que se alojan. A este proceso de sana competencia es a lo que coloquialmente se le llama voluntad. Las estructuras ganadoras imponen su voluntad, el individuo actúa, y el cerebro percibe los estímulos resultantes de sus actos, y modifica el poder de influencia de las estructuras. Y si los estímulos no contribuyen a minimizar .o contribuyen a reforzar. el poder de las estructuras ganadoras, el individuo volverá a comportarse de la misma manera, llegado el caso, porque así se lo volvería a dictar su cerebro. Cuanto más sepan esas estructuras las unas de las otras .algo que se supone puede lograrse, por ejemplo, a través de la reflexión, de la meditación, del estudio o del diálogo., más tendrán en
cuenta la voluntad de las demás estructuras, alcanzándose una especie de consenso, de compromiso, introduciéndose cierta redundancia útil para la supervivencia, incubándose en lo individual el concepto de lo colectivo, convirtiéndose el ser en ser sociable. Por así decirlo, las neuronas son al cerebro lo que los seres humanos son a la sociedad: las sinapsis neuronales permiten la comunicación entre las neuronas del cerebro; los sentidos permiten la comunicación entre las personas de la sociedad. Y lo que el cerebro es al cuerpo lo es la sociedad a la naturaleza. LA DUDA Cuando el cerebro recibe estímulos que no sabe cómo interpretar responde con la duda. Pero la duda como respuesta no es válida, por lo que el cerebro entra en un estado de búsqueda de una nueva respuesta, más convincente; y de no hallarla suficientemente satisfactoria repetirá el proceso hasta encontrarla, o hasta que el cansancio o la desesperación lleguen a pesar más que la propia duda, momento en el que abandonará. Si la falta de respuesta no supone una amenaza para la vida, la duda no resuelta irá perdiendo progresivamente su poder hasta desvanecerse. Los homínidos, y también, ¿por qué no?, el resto de animales, dudan al contemplar el Sol, la Luna, las estrellas, la