Ya más calmado, y aún dándole vueltas a este extraño suceso, tomé esa misma dirección para dirigirme hacia el antiguo Hospital General de Madrid 79, sede del actual Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. 79 google:[mapa] 80 Mujer en azul (1901, óleo sobre lienzo, 133 cm × 100 cm), de Pablo Ruiz Picasso, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (AS01618), Madrid. museoreinasofia:[obra] EN EL REINA SOFIA Llegué enseguida. Tras entrar al edificio, atravesé el vestíbulo y realicé el preceptivo alto en taquillas, donde enseñé mi acreditación de periodista y recibí un ticket. Luego, localicé las obras de Picasso en un plano del museo: todas estaban en la segunda planta. Tomé el ascensor y comencé la visita por la sala 1. Tras inspeccionar brevemente los cuadros expuestos en la sala me sobrevino otro contratiempo: la única obra que encontré del periodo azul de Picasso se llamaba Mujer en azul 80, un óleo sobre lienzo en el que, para mi sorpresa, parecía predominar el color blanco. Puesto que no había más cuadros de esa etapa, decidí continuar la visita y buscar inspiración en alguna otra obra del pintor. Y así llegué a la sala 3a, donde se exhibían obras de 1909 a 1912, del estilo denominado
«cubismo analítico»; y luego a la sala 5, con cuadros que se agrupaban bajo la denominación de «La mujer en Picasso». En el recorrido no sólo encontré obras de Picasso, también vi bastantes obras de otros y muy diversos pintores y escultores, de estilos artísticos tan poco convencionales que no pude evitar pensar, no sin algo de malicia, que no debía de ser por casualidad que el destino hubiera acabado internando alguna de aquellas obras en un antiguo hospital. Mientras paseaba distinguí parcialmente a mi izquierda, tras el gran arco que servía de entrada a la contigua sala 6, el inmenso mural del Guernica. Pasé a la sala 6 y me situé frente al mural. Una vez más me invadió la misma sensación de desconcierto que siempre me provocó la contemplación de aquella obra. Consciente de lo difícil que me resultaba su interpretación decidí proceder tal y como recomendaba el fascículo que había adquirido en el Rastro. Allí se decía que una vez contemplado un cuadro en su conjunto se debían analizar de forma ordenada todos los personajes y objetos representados, uno por uno y con un grado suficiente de detalle. También recomendaba que el análisis se pusiera por escrito pues al final del capítulo se proponían una serie de ejercicios relacionados con esa descripción. Haciendo caso a estos sabios consejos esto fue lo que escribí: