PRIMERA JORNADA Esta historia comienza un día de mediados de agosto de hace ya algunos años. Es domingo y sobremesa. La tranquilidad reina sobre Madrid con triple razón de ser. Vivía yo, por aquel entonces, en un apartamento abuhardillado de la zona Centro, pequeño pero confortable, lo suficiente para el poco tiempo que solía pasar en él. De hecho, acababa de volver de un viaje: tras una semana recorriendo las Españas, sirviendo de anfitrión y guía a un grupo de amigas y de amigos a los que el lenguaje me obligaba a mi pesar a definir como extranjeros, había regresado esa misma mañana a la soledad de mi buhardilla añorando ya el próximo reencuentro con todos ellos, el que me habría de llevar, a un año vista, y esta vez en calidad de invitado, a recorrer el Gran Valle del Rift. Acomodado en el salón de mi apartamento, cómodamente sentado en el sofá de plumas, regalados mis oídos con Beethoven, que sonaba